Del 17 al 24 de diciembre se celebran las Ferias Mayores de Adviento, en estos 8 días previos a la solemnidad de Navidad. En este periodo, la liturgia se orienta a preparar con mayor énfasis la conmemoración del nacimiento del Redentor. En los primeros 7 días de este período, las antífonas que introducen el Magníficat tienen categoría y características especiales. Son las llamadas “antífonas mayores” o “antífonas de la O”. Se llaman de la O porque todas empiezan con la exclamación “Oh”, dando origen este hecho a la advocación de Santa María de la O.
Estas antífonas mayores son 7 y se proclaman del 17 al 23 de diciembre. Aunque fueron compuestas hacia los siglos VII y VIII, ya encontramos referencias a ellas en Boecio (siglos V y VI). Podemos así decir, que las antífonas de Adviento han sido parte de la tradición litúrgica desde los primeros tiempos de la Iglesia.
Todas ellas cantan a Cristo, el esperado por todos los pueblos, y muestran las ansias con que la Iglesia anhela su venida. Son un compendio de la cristología más antigua de la Iglesia y expresan el deseo de salvación de toda la humidad a lo largo del tiempo.
Estas breves oraciones dirigidas a Cristo condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia antes el misterio de un Dios hecho hombre, se expresa en la exclamación “Oh”. Nos muestran la compresión cada vez más profunda del misterio de Cristo y la súplica urgente por su venida: ven Señor.
Como decíamos, cada antífona empieza con la exclamación Oh, seguida de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento pero interpretado a la luz del Nuevo Testamento. Los títulos son:
O Sapientia (Sabiduría), O Adonai (Señor Poderoso), O Radix (Raíz), O Clavis (Llave), O Oriens (Sol-Amanecer), O Rex (Rey), O Emmanuel (Dios con nosotros).Antífonas y el Magnificat
Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros y que termina siempre con la súplica: Ven Señor y no tardes más.
Estas antífonas se proclaman también en el cántico del aleluya de las misas de estos días.
Comenzando con la exclamación “Oh”, expresamos un asombro repetido siete veces que nos van preparando para la celebración del nacimiento de Jesús.
El día 17, la primera de ellas evoca al hombre perdido que pide a Dios encontrar el camino: “Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.”
El día 18, la antífona identifica a Jesús que esperamos como el Dios eterno que libró a Israel de Egipto. “Oh Adonai, Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la Zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo.”
El día 19, se recuerda el tronco de Jesé, padre del rey David que florece en Jesús, esperanza de la humanidad: “Oh Raíz del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos no tardes más.”
El día 20, se contemplan la llave y el cetro, que evocan el poder de Dios que nos libera de nuestras esclavitudes y del poder de la muerte: “Oh llave de David y Cetro de la Casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte.”
El día 21 pedimos la luz que llegará a nosotros con el nacimiento y la presencia de Jesús entre nosotros: “Oh Sol (Amanecer) que naces de lo alto, resplandor de luz eterna, Sol de justicia ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.”
El día 22 el hombre formado del barro por Dios suplica a su hacedor la salvación: “Oh rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces en dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.”
El día 23 la humanidad suplica el encuentro con aquel que se define como Enmanuel (Dios con nosotros) y por el cual nos llega la salvación: “Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro”.
Los monjes benedictinos que entonaban en vísperas estas oraciones cantadas disponían las antífonas con un propósito definido. Si se lee cada título mesiánico en latín y se toma la primera letra, en orden inverso, es decir -Emmanuel, Rex, Oriens, Clavis, Radix, Adonai, Sapientia- tenemos el acróstico EROCRAS, que significa “mañana vendré”.
Así Jesús, para cuya venida nos hemos ido preparando los cristianos durante todo el Adviento y a quien nos hemos ido dirigiendo con estos 7 títulos mesiánicos contesta a nuestras súplicas y cumple su promesa: “mañana vendré”.
De este modo, estas antífonas, las Antífonas de la O, no solo infunden intensidad al tiempo de espera y expectación que es el Adviento, sino que nos conducen hacia su alegre fin.
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