Para la Iglesia “es ante la muerte donde alcanza su cima el enigma de la condición humana” (GS 18). Humanamente la muerte nos toca a todos y sólo en Cristo tiene sentido el sin sentido de la muerte. De otro modo la muerte no es más que el resultado del término del reloj biológico que todo ser vivo tiene. En nuestras parroquias la celebración del funeral tiene el sentido de pedir el eterno y dichoso descanso de nuestro fallecido ante Dios pero también el de juntarnos y pedir al Señor el consuelo en momentos de perdida. En este sentido se propone:

Funeral solemne el mismo día del entierro

Misa de la comunidad (de “ánima”) el domingo siguiente