En la dinámica del año litúrgico, este domingo, en el que celebramos el Bautismo del Señor, se cierra el ciclo de las fiestas del tiempo de Navidad y entramos en la fase que el calendario litúrgico denomina «tiempo ordinario». Este es un tiempo, aparentemente menos intenso, durante el cual no se celebra ningún aspecto significativo del misterio de Cristo y ocupa treinta y cuatro semanas del año litúrgico.
El bautismo de Jesucristo en el río Jordán inaugura su misión evangelizadora en la región de Galilea. Este domingo la liturgia nos propone recordar el bautismo de Jesús con el relato que nos ofrece el Evangelio según san Lucas.
Jesús, al recibir el bautismo, se solidariza con toda la humanidad, que es débil y vulnerable. El recuerdo de su bautismo nos invita cada año a recordar nuestro propio bautismo. Recordemos que en la ceremonia del bautismo los bautizados recibimos el agua que nos purifica del pecado, pero no olvidemos que también recibimos el don del Espíritu Santo a través de la unción del santo crisma.
El Espíritu Santo nos guiará durante toda la vida y nos ayudará a transformarnos en personas cada vez más semejantes a Jesús. El Espíritu dispone en nuestro interior el hogar donde Jesucristo, el Hijo de Dios, desea alojarse. Mantengamos encendida la llama del Espíritu para poder escuchar la voz de Cristo que habita en nosotros y para poder sembrar con alegría la Buena Nueva de Jesús.
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