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¿Qué es una octava en la Iglesia?

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No es de extrañar que muchos relacionen la palabra octava especialmente con el ámbito musical. Pero en el ámbito eclesial, sobre todo concretamente en liturgia de la Iglesia Latina, una octava es otra cosa, es una manera de celebrar una solemnidad.

La Iglesia celebra de manera especial algunas solemnidades que tienen una categoría especial. Estamos hablando de las solemnidades de Navidad y Pascua. ¿Y por qué son tan especiales? Porque son las dos solemnidades cardinales.

Estas solemnidades tienen algo en común o una característica especial: se celebran durante ocho días, como si fueran un único día de fiesta. Por esto se habla de la octava de navidad, o de la octava de pascua.

Hasta el año 1969 existía también la octava de pentecostés, octava que se suprimió del Calendario Romano para no quitarle protagonismo a la cincuentena pascual o evidenciar aún más su unidad.

Se llama, pues, octava a la celebración continuada durante ocho días de cada una de estas dos solemnidades. Así que, en otras palabras, la octava, ya sea de Pascua o de Navidad, comienza ese día y los siete días que le siguen.

A veces se utiliza la expresión «infraoctava«, que es el nombre que recibía en la estructura antigua del calendario litúrgico, porque «octavo» es el último día de la serie, así que todo lo anterior es «infra-octavo».

Estas octavas de Pascua y Navidad son tan privilegiadas que normalmente no se permite usar un formulario diferente de celebración de la Misa que no sea el del día correspondiente de la octava.

Y en el prefacio de la plegaria eucarística de cada día se dice, en la octava de pascua, «este día», o, en la octava de navidad, «el día santísimo en que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo».

Hablando concretamente de la solemnidad de la pascua y de su octava hay que decir que la semana de la Octava de Pascua es como un largo domingo que se prolonga durante ocho días.

Se sabe que Jesús resucitó el día después del sábado, es decir, el domingo (el día después del séptimo día de la semana judía).

El día de la Resurrección de Cristo es a la vez el «primer día de la semana», memorial del primer día de la creación, y el «octavo día» en que Cristo, tras su «reposo» del gran Sabbat, inaugura el Día «que hace el Señor» (Sal 118, 24), el «día que no conoce ocaso» (cf. Maitines de Pascua del rito bizantino, Oda 9, tropario «Pentekostárion»)” (Catecismo 1166).

Celebrar una octava en la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, es una práctica que hunde sus raíces en el Antiguo Testamento pues el antiguo pueblo de Israel celebraba sus grandes fiestas durante ocho días.

Las fiestas -como los Tabernáculos, ázimos, Pascua- eran grandes fiestas del pueblo de Israel de las cuales el día octavo era el más solemne; eran fiestas durante siete días seguidos de un día octavo aun más festivo o solemne (Lv 23, 34-36).

Y esta tradición viene, a su vez, desde la época de Abraham. Dios hizo una alianza con Abraham y su descendencia, cuyo símbolo era la circuncisión en el octavo día después del nacimiento de todo varón (Gen 17,11-12).

Es por esto que Jesús, como judío que era, fue circuncidado en el octavo día recibiendo, ese día, su nombre (Lc 2, 21).

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