Esta semana viene marcada por una impronta carmelitana en toda su extensión. Y es que si el pasado martes recordábamos a La Virgen del Monte Carmelo, hoy celebramos a San Elías. Es el Antiguo Testamento el que nos describe cómo este Profeta de Dios ha de encararse con el pueblo que, tras prometer en el Sinaí fidelidad a Yavé, no lo cumple. El motivo es que rompe con la Alianza sellada, al seguir a los baales que habían implantado los reyes Acab y Jezabel, eliminando a todos los sacerdotes de los falsos dioses.
Dada la implantación de la Justicia Divina que lleva a cabo, Jezable le amenaza de muerte. Después de esto huye, perseguido por la reina, caminando hasta el Horeb. Su queja cuando el Señor se le aparece en el viento suave es: “Ardo en celo por el Dios de Israel. Sólo quedo yo, y me buscan para matarme”. En Sarepta se alojará en casa de una pobre viuda que vive con su hijo, y a la que le pide comida.
Cuando la mujer se lamenta de no tener más que un poco de harina con la que amasarán para ella y su hijo, y después morirán, el hombre de Dios consigue el milagro del Cielo de multiplicarle lo poco que poseía. También se le considera el iniciador del Carmelo al divisar la nubecilla que subía de la tierra al Cielo, prefigurando así a la Virgen del Carmen. Por orden del Señor unge profeta sucesor suyo a Eliseo.
Mientras van de camino hablando, un Carro de Fuego se sitúa en medio, arrebatando a Elías al Cielo. El poder que la Providencia otorgó a Elías queda patente en su sucesor. Su presencia se hará patente tambiénen la Transfiguración del Señor conversando junto con Moisés, a la vista de Pedro, Santiago y Juan. Conversaban ambos de la Muerte Gloriosa del Señor que iba a consumar en Jerusalén.
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